Ojo por ojo, diente por diente o la violencia permanente de la tradición cristiano-occidental.
Siempre me ha llamado la atención la ambigua polarización política chilena. No entendía bien cómo un país absolutamente mapuche, autóctono, insular, majestuosamente telúrico y nerudiano había tenido una lucha interna tan horrible como la dictadura de Pinochet. Ni cómo o por qué esa dictadura tan horrible seguía teniendo tantos adeptos y adeptas en el año 2021 desde figuras televisivas hasta el mismo presidente de la Res pública, Sebastián Piñera.
Me llamaba la atención porque en realidad, el pueblo vocíferaba, primero en sus casas y luego en las redes que Pinochet y la única forma de salvar a Chile era la democracia, pero que esa democracia se lograba con métodos tan parecidos a los que el mismísimo dictador había utilizado. "hay que matarlos a todos", "Hay que quemarlo todo", "hay que desaparecer todo".
Luego, indagando en las políticas pinochetistas o del "gobierno militar" comienzas a ver conceptos que no han dejado de existir: "estado", "policía", "orden", "participación", "ciudadanía" y te pones a revisar al emisor y no sabes si quien dice esas palabras es parte del pinochetismo fascista o del bacheletismo socialista. Y los pingüinos no querían ser Bachelet.
Claramente Pinochet es una figura horrible y vergonzosa para cualquier ser humano que se precie de tal y debiera ser considerado como ejemplo de lo que no se debe seguir ni entender como gobierno y liderazgo, pero ahí está, siendo utilizado en las FFAA y de orden del estado se Chile como un maravilloso ejemplo a seguir.
No obstante el tema de este ensayo no es este asesino, sino el otro, camuflado y mimetizado en la elite y sus recalcitrantes opositores, que no son más que la misma moneda, pero del otro lado, lobos y zorras disfrazadas de ovejas que esperan cual pumas, zarpear al primer ingenuo que se acerque a su selva: el poblador, mestizo, indígena, obrero que necesita acercarse al manantial para saciar su sed y descansar del atormentador trabajo del día a día.
Fuenteovejuna es un drama español del s.Xvi. Allí el pueblo desesperado frente a la injusticia y abusos cometidos por la autoridad se libra de los abusos, asesinándola y ocultando el hecho en pos de la superior justicia. Justicia, paz y reconciliación.
¡Estamos de acuerdo!¡Vamos todos a la moneda!¡Queremos su cabeza! y en el camino: un ojo, una pierna, un brazo, una esperanza, una vida, una ilusión, un sacrificio a los dioses para saciar su sed de venganza.
¡Abraham, trae a tu primogénito y sacrifícalo ante mí! ¡y a partir de ahora parirás con dolor! ¡y fueron desterrados para siempre por desobedecer! ¡Padre! ¿Por qué nos has abandonado?
Lo maravilloso de ser mapuche, induísta, filósofx o un poquito letreadx, es que miramos con una displicente sorna el espectáculo narrado. Al parecer todo debate y acción desarrollada dentro de la estructura de poder es un juego permanente en sus dioses y semidioses, entre reyes y nobles, entre príncipes y reyes, entre órdenes militares y ejecuciones ciegas. Al parecer, la única salida que tiene la política chilena y sus lineamientos políticos es la confrontación antitética y la síntesis vacua de la distensión de los opuestos, pero siempre en conclusiones que dejan de ser relevantes, ya que, las tesis propuestas desaparecen en la bruma del conflicto en al que lxs únicxs perdedorxs somos lxs observadorxs.
Por eso no tiraba piedras en el peda. Nunca tiré una piedra en el peda. Porque desde pequeño me agarré a camotazos en la población y vi la sangre y el dolor de las consecuencias de esa acción. El dolor y tristeza de palos, cuchilladas, cadenazos, botellazos, latigazos, disparos, atropellos, suicidios, violaciones, humillaciones y agresiones verbales de todo tipo.
Por eso no soy comunista, no soy fascista, no soy primera línea ni mucho menos policía ni militar, porque la vida me ha mostrado la violencia y el dolor y la tragedia del dios asesino de la paz.
El humanismo es una filosofía alegre y positiva que aparece como alternativa al sollozo oculto del niño oculto en el baño de una mala gestión del SENAME o la Corporación Municipal de Educación de Puente Alto.
El humanismo viene a replantear las formas de entender la violencia desde sus posibles orígenes y sus posibles desenlaces. Así estudia líderes como Gandhi, Mandela, Malcom X, Martin Luther King, Rigoberta Menchú, Gabriela Mistral, Francisca Linconao o Malala, que en toda su estructura de pensamiento, siempre otorgan al ser humanx el nivel superior frente a cualquier conflicto o violencia concreta que no pueda ser observada en sus cimientos.
Así, hoy, creemos que es importante generar la diferenciación del humanismo con otras ideologías contemporáneas sobre la realidad y/o construcción social. Por que para el mapuche no hay sociedad que construir, la sociedad existe desde ya y no solo entre los Che, sino con todo el itrofill mongen, por lo que, occidente aparece como un inocente niño frente a una cosmovisión superior de la comprensión humanista del género humano.
Ser humanista y ser mapuche significa vivir, percibir, pensar y sentir bajo el alero impositivo del mundo occidental, significa tener que salir constantemente del departamento, apagar la tele y el celu para encontrarse con las estrellas y el cosmos, significa mirar hacia el costado y caminar sobre los sacrificios y horrores de la guerra entre hermanas y hermanos, significa reencontrarse con el objetivo primordial de estar y ser en el espacio.
En consecuencia es natural y lógico la exclusión del humanismo siloísta de parte de las estructuras formales partidarias, pero como bien recuerda un amigo en estas últimas conversaciones, No representan siquiera al cincuenta por ciento de la ciudadanía desorganizada.